Es tan sabio y cambiante nuestro idioma que si escribimos una palabra, sin alterar tono o acentuación, le anteponemos un nombre y hacemos oraciones o frases, esta cambia totalmente de sentido, acción y significado. Veamos en estas oraciones: al sustantivo Machado de origen portugués que significa “hacha”, decimos Corina Machado: venezolana premio Nobel de la Paz 2025; o Antonio Machado, famoso poeta español; o Fred Machado, el narco que hizo caer a Espert; o Machado de Assis, escritor brasileño; o el Negro “Tintín “ Vasos, verdulero ambulante que vive machado. Respetuoso de títulos y honores para los tucumanos, “Machado”, es la persona que fiel a la religión fue bautizado, ya grande de edad, y después de que el curita dijera las santas palabras -”Yo te bautizo con estos santos óleos, agua y vino, la sangre de Cristo“- de allí no paró más de tomar vino; en definitiva ya es un señor borracho, personaje infaltable en todo tipo de sociedad; unos harapientos y otros finamente vestidos y perfumados, que se igualan al amanecer, abrazados y con una resaca que no los mantiene en pie. Lo irónico y verdadero es que el vino afloja todo y están esos que lo piensan en sano y lo dicen en borracho; otros se duermen, a otros se les da por pelear; y lo peor son aquellos a los que se les suelta la lengua… de allí eso de que los niños y los borrachos jamás mienten. Bueno, salud, que vivan el vino y todos los Machados.
Francisco Amable Díaz
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